Entendemos que la tradición del vino es ser materia,
que se reparte y se comparte para celebrar la vida tal como es.
El vino invita a detenerse en torno a algo común.
La tradición es repetir a menudo el rito alrededor de una mesa,
y no producir una bebida en los dominios de un supuesto castillo
de origen noble y Francés.
Trabajamos dando forma a estas ideas.
Se calculó la medida de los tajos en el forro
para atenuar el sol, y dejar entrar luz natural al interior de la bodega
en rayos distribuidos regularmente en el espacio.
Luz que siempre cambia mostrando el paso del día.
Llegada la noche la situación se invierte, y es el interior el que ilumina
el exterior que lo rodea.
La medida de los tajos que se abren en el forro de madera terciada
busca un equilibrio entre el interior iluminado con luz filtrada y pareja,
que muestra con gracia y poesía la producción y guarda del vino,
y la presencia del lugar, fuente generosa de sol, agua, y frío de montañas;
la reunión del ingenio de quienes producen un mas allá de la uva,
con los elementos naturales, ricos pero inertes.
Las cosas inertes parecen animarse con las variaciones de la luz
que se ve al quedar retenida por el color o la tactilidad de la materia.
Visto desde el campo el límite exterior es permeable a la vista.
El interior se entrevé invita a penetrar, y a recorrerlo
sin dejar rincones a obscuras y olvidados.
La tontera de la forma, y el color primario, son propios de las construcciones
del campo, que se instalan en el paisaje con la seguridad que les da
no pretender ser otra cosa que ser plenamente lo que son.

Bodegas Viña Gracia