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CASA EN ACONCAGUA
El terreno está formado por grupos de potreros planos de alfalfa salpicado
de masas de árboles y cruzado por esteros y vertientes.
Se trata de un parque de arboles nativos en formación, de 35 hectáreas,
en la cual un agricultor de la zona, su mujer y 7 hijos tienen su casa.
Lo primero que se hizo, con el propietario fue inventar el modo en que
colocaríamos la casa en la planicie. Levantándola un metro y medio
sobre el suelo, crea su propio sitio y forma un conjunto con sus patios.
Con este acto se intenta conseguir: relacionarse con la lejanía para
evitar quedar sumido en la inmediatez de la alfalfa, para establecer
una relación con el valle; construir un límite cierto que defina la forma
de la casa y las separe de las actividades y la forma exterior propia
de la vida del campo. Establecer una distancia entre las actividades
rurales y domésticas: entre el tractor y la cama, entre el potrero
y la cocina; aislar la casa del agua subterránea
y de los desbordes del río, constituyendo un lugar seco.
En la tradición de la casa de campo chilena se han ocupado patios
cerrados por muros de adobe para graduar la relación con el campo.
El límite, tradicionalmente ha sido vertical, el muro, es aquí horizontal:
un suelo propio levantado. Para traer la vida del valle a la casa, su forma
y su tamaño, en la extensión de sus galerías exteriores e interiores.
Recorridos fundados en lo que hay y que por supuesto tiene un orden
anterior propio del valle (el río, los caminos, los canales de riego,
las poblaciones ribereñas) y no referida a sí misma (la casa).
Su interior se organiza entonces a partir de recorridos orientados,
estos son acompañados por la transparencia de las ventanas y
animados por las variaciones de la luz que penetra por los tajos en lo
alto de los tragaluces que se forman al levantar algunas cubiertas.
Casa en Aconcagua
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